La única "tragedia" del 11-11-11 fue el pobre empate de Argentina por 1-1 ante Bolivia en partido correspondiente a la tercera fecha de las Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial 2014 de Brasil. Y la palabra tragedia no sólo puede escribirse por el tenor del rival sino también por la ya reiterada falta de ideas que está instalada de un buen tiempo a esta parte en la Selección más allá de quien sea el director de orquesta que esté en el banco de suplentes.
Argentina fue un elenco que pudo y, tal vez, debió ganar pero sólo por un cúmulo de llegadas nacidas de arrestos individuales y no por un caudal de juego grupal que bien podría practicarse por la calidad de nombres que la integran. Quienes brillan en Europa aparecen en cuentagotas y los que más se destacan son, paradójicamente, los que menos sobresalen o los que ni siquiera juegan en el Viejo Continente (como Clemente Rodríguez).
Bolivia se plantó bien en el campo con dos líneas de cuatro y Argentina casi nunca pudo quebrar ese esquema que estaba cantado de antemano. Y no hablamos de la semana previa: Bolivia hizo lo mismo que dispuso en el partido por Copa América donde ya le había robado un punto. Por eso lo de la Selección es más preocupante.
Podríamos hablar de errores defensivos, de la falta de puntería a la hora de definir, de la simpleza de decir que Messi no es el del Barcelona. Pero esto es reiterado, repetido partido tras partido. Entonces es momento de pensar el porqué de la falta de soluciones a todas estas fallas. Y ahí tendríamos que hablar de una falta de identidad producto de que no hay una formación consolidada. Ese tal vez es hoy el principal déficit de Argentina: no hay un guión claro porque no están definidos quienes deben llevarlo a cabo.
La Eliminatoria recién empieza y es un camino largo. Pero cada partido vale 3 puntos y dejar escapar unidades que no deben salir de casa puede sufrirse en el final. Más aún si no se encuentra el antídoto para un mal que nos viene dando señales desde hace tiempo.
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