El encuentro se definió en el cuarto de hora inicial, lapso en el que Lanús se puso 3 a 1. River nunca fue rival, es más, nunca fue un equipo y realizó una de esas producciones en donde la goleada es inevitable. Y la cifra no fue mayor por la mezcla de impericia y conformismo del equipo liderado desde el banco por Guillermo Barros Schelotto.
El local se asemejó al de las primeras jornadas del torneo con un nivel alto en todas sus líneas y un juego asociado pocas veces visto en el fútbol argentino. A River tal vez la goleada le sirva como un baño de realidad. Los números y el aura de Ramón Díaz fueron los únicos bastiones que tuvo el Millonario como para pensar que el título era posible.
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