RIVER 1 BOCA 0


River fue superior a una patética expresión de Boca y se quedó con una nueva edición del Superclásico. El gol de Jonatan Miadana (la ley del ex) significó romper una racha adversa de cinco partidos ante el clásico rival además de, lo más importante, volver a triunfar tras seis partidos en el Apertura y achicar a tres puntos la distancia con Huracán en la lucha por eludir la Promoción. El xeneixe fue, con excepción del arquero García y de Palermo, un equipo al que poco pareció importarle que estaba en juego la continuidad de Borghi.

Desde el inicio River se hizo dueño del trámite. Con más presencia en el mediocampo, no tuvo problemas en controlar a un físicamente limitado Riquelme que antes de los diez minutos ya había pedido el cambio (finalmente aguantó todo el primer tiempo). Almeyda y Acevedo siempre le ganaron al enganche y tuvieron poca oposición en un solitario Battaglia. El elenco local cristalizó los mejores avances del primer tiempo a través de un intratable Pereyra que desequilibró por el sector izquierdo del ataque donde ni Méndez desde el medio, ni Cellay en defensa, pudieron maniatarlo. Pavone y Lamela avisaron con remates de larga distancia y Ferrari desperdició una oportunidad muy clara tras un pase en una de las grandes apiladas de Pereyra. También lo tuvo Ortega, (no desentonó fue de menor a mayor) y respondió García (fundamentó la confianza de Borghi) en una primera mitad en la que Boca casi no visitó el área de Carrizo.


En el segundo tiempo también arrancó prevaleciendo River en el terreno. Y a los 8' Jonatan Maidana supo ubicarse bien en el área para recibir un tiro de esquina y su cabezazo cruzado se metió en el arco xeneixe. Desde allí el local retrocedió demasiado y no pudo aprovechar los espacios brindados por un Boca que intentó pero apenas si inquietó y que hasta pareció poco interesado en conseguir la igualdad.  

River se quedó con una victoria que necesitaba imperiosamente en el debut del ¿interinato? de J.J. López. Boca fue el fiel reflejo de lo que brindó en todo el torneo y parece que las horas de Borghi están contadas. Tal vez, por más doloroso que sea, la derrota sirva para dejar de esconder la tierra debajo de la alfombra...

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