River se hunde. Solo. Sin ayuda. Por "méritos" propios. La gloria, las epopeyas del pasado ya no cuentan. La mística se acabó hace rato. Los Aguilar y Passarella contribuyeron, hicieron lo posible (o lo que parecía imposible). Y el otrora Millonario no puede con su alma. Le pesan las piernas. La chance del ascenso está a la vuelta de la esquina y River cruza de vereda. Una locura. La gente sufre. Una vez. Dos veces. Tres. Infinitas. Y va igual. Llena las canchas. Viaja kilómetros y kilómetros porque mantiene la ilusión. O porque tal vez no termina de creer en cómo está River. Y así los millones que lo siguen desde su casa. Pero en la cancha, poco y nada. River perdió con Patronato y si no asciende, no será sorpresa.
La pelota parada en contra, es medio gol. En 37 fechas no aprendíó a contrarrestarla. Así Patronato se puso en ventaja a los 7' el primer tiempo. Y River fue. Y tuvo chances claras a tal punto de merecer el empate. Pero no lo logró y con el correr de los minutos todo se hizo cuesta arriba. A los de Nuñez les pesa la obligación de ascender como a ningún otro de los que pelean arriba. Los nervios se traducen en pases errados y las ideas futbolísticas de los que más saben generarlas se evaporan como si fueran nóveles en la profesión. Hasta Trezeguet se contagió, cometiendo errores dignos de jugadores falopa.
El segundo tiempo de River fue tétrico. Sin reacción para buscar el empate aunque sea a puro centros, sin arrinconar a un rival que supo manejar la ventaja y que aprovechó la perplejidad de los de Almeyda para encontrar la igualdad. Y para peor, cuando no había hecho méritos, se encuentra con la chance de un penal y la desperdicia. Y encima es el Chori Domínguez, tan afecto a las declaraciones y tweets fuera de lugar y fecha a fecha más alejado del jugador que River necesita. Un golpe de knockout de cara a la última oportunidad de ascenso directo, esa que ya no depende de su propio accionar.
La esperanza es lo último que se pierde y el fútbol es dinámica de lo impensado. Hoy River dio muestras de que está frágil. Pero aún no está quebrado. Los futbolistas tienen una última chance de demostrar que pueden, que la jerarquía puede prevalecer por sobre la presión. Que son capaces de sacar lo mejor de este equipo bipolar. No la tendrán fácil. Enfrente estará Almirante Brown. Y Central. E Instituto. Y Quilmes. Pero principalmente, sus propios fantasmas. Esos que lo llevan a actuaciones como las de hoy, indignas de la historia de River.
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