El 7 de mayo de 1986 el Steaua Bucarest de Rumania entró en la historia al vencer al Barcelona en la final de la Copa de Campeones. Pocos conocían por entonces el costado oscuro que unía al club con el dictador Nicolae Ceaucescu
Veinte años y unos meses pasaron de aquella jornada en Sevilla. Nadie creía que un equipo rumano iba a poder ante un Barcelona que prácticamente era local con 60 mil almas alentándolo. Y menos sabiendo que el Steaua había eliminado por la mínima diferencia al humilde Kuusysi Lathi de Finlandia en Cuartos.
Sin embargo el Barsa no pudo quebrar al elenco dirigido por Emeric Jenei y tras el 0-0 con que terminaron los 120 minutos de partido comenzó la “lotería” de los penales. Allí apareció el imponente arquero Ion Ducadam que contuvo los penales de Alexanco, Pichi Alonso, Pedraza y Marcos para consagrarse como héroe. Los rumanos habían errado los dos primero pero Lacatus y Balint no fallaron tercero y cuarto para concretar uno de los batacazos más grandes en la historia del fútbol europeo: Steaua Bucarest de Rumania era el ganador de la Copa de Campeones.
Nicolae Ceaucescu fue el dictador que presidió Rumania entre 1967 y 1989 y que aprovechó, como tantos otros regímenes de esas características a lo largo y lo ancho del mapa, el éxito deportivo para tapar la realidad que se respiraba en su país. Tal era el control que ejercía que para la final de la Intercontinental ante River, la delegación del Steaua fue acompañada por una veintena de agentes del servicio de inteligencia para evitar que algún integrante intente escapar y pedir asilo político. Para aquel encuentro estuvo ausente el arquero Ducadam que había ascendido de grado en el ejército, al que pertenecía como todo el equipo, luego de su épica noche en Sevilla. Se habló de que sufría problemas cerebrales. Pero todo indicaba que el dictador no se mostraba contento con el nivel de exposición que el jugador tuvo posterior a obtener la Copa de Europa ya que, según Ceaucescu, no coincidía con el comportamiento que debía tener un deportista.
En 1987 todos los cañones apuntaron (término que le venía como anillo al dedo a este club) a la obtención de la Supercopa Europea ante el Dinamo de Kiev. Para ello contrató a la joven promesa del Sportul Studentesc: George Hagi. Se concretó un préstamo por diez días. Sin embargo tras ganar el trofeo con gol de Hagi el Steaua se lo robó por decisión del coronel Ion Popescu, presidente del club.
Esta muestra de poder no es nada comparado con lo que sucedió en la final de la Copa de Rumania de 1988. El partido ante el Dínamo Bucarest estaba empatado 1-1 cuando a los 43’ del segundo tiempo el árbitro no convalidó un gol del Steaua por evidente posición adelantada. Pero para los dirigentes del equipo no era tan ilegitimo el tanto ya que ordenaron la retirada de los jugadores. El Ministerio del Interior prohibió a los medios la publicación de la crónica de la final y 48 horas más tarde Steaua Bucarest era declarado campeón y la terna arbitral suspendida. De poco podía quejarse el Dínamo ya que a menudo también recibía favores de este tipo. Por ejemplo cuando en 1987 su delantero Rodion Camataru llevaba convertidos 19 goles a falta de ocho fechas del final de la Liga y a partir de allí conquistó ¡25 tantos más, 12 de ellos en los últimos tres partidos!. Todo para quedarse con el Botín de Oro que le fue adjudicado pero que tiempo después le fue destituido ante los evidentes indicios de arreglo.
La declinación del Steaua en Europa fue de la mano con la caída del gobierno de Ceaucescu (foto). El Ejército se puso en contra del dictador tras la brutal represión de una manifestación en favor de los derechos humanos, lo derrocó, lo enjuició y lo ejecutó, junto a su esposa, el 25 de diciembre de 1989.
Los tiempos cambiaron. El Steaua, sin apoyo militar, no conquistó ningún título hasta 1993, se debilitó económicamente y lo mejor por un tiempo fue la decisión de restituirle esa Copa de 1988 al Dínamo y de homenajear al “héroe olvidado” Ducadam con un cotejo amistoso ante Barcelona entre los protagonistas de aquella final que depositó al Steaua Bucarest en un lugar de privilegio al que nunca pudo volver.
Veinte años y unos meses pasaron de aquella jornada en Sevilla. Nadie creía que un equipo rumano iba a poder ante un Barcelona que prácticamente era local con 60 mil almas alentándolo. Y menos sabiendo que el Steaua había eliminado por la mínima diferencia al humilde Kuusysi Lathi de Finlandia en Cuartos.
Sin embargo el Barsa no pudo quebrar al elenco dirigido por Emeric Jenei y tras el 0-0 con que terminaron los 120 minutos de partido comenzó la “lotería” de los penales. Allí apareció el imponente arquero Ion Ducadam que contuvo los penales de Alexanco, Pichi Alonso, Pedraza y Marcos para consagrarse como héroe. Los rumanos habían errado los dos primero pero Lacatus y Balint no fallaron tercero y cuarto para concretar uno de los batacazos más grandes en la historia del fútbol europeo: Steaua Bucarest de Rumania era el ganador de la Copa de Campeones.
Nicolae Ceaucescu fue el dictador que presidió Rumania entre 1967 y 1989 y que aprovechó, como tantos otros regímenes de esas características a lo largo y lo ancho del mapa, el éxito deportivo para tapar la realidad que se respiraba en su país. Tal era el control que ejercía que para la final de la Intercontinental ante River, la delegación del Steaua fue acompañada por una veintena de agentes del servicio de inteligencia para evitar que algún integrante intente escapar y pedir asilo político. Para aquel encuentro estuvo ausente el arquero Ducadam que había ascendido de grado en el ejército, al que pertenecía como todo el equipo, luego de su épica noche en Sevilla. Se habló de que sufría problemas cerebrales. Pero todo indicaba que el dictador no se mostraba contento con el nivel de exposición que el jugador tuvo posterior a obtener la Copa de Europa ya que, según Ceaucescu, no coincidía con el comportamiento que debía tener un deportista.
En 1987 todos los cañones apuntaron (término que le venía como anillo al dedo a este club) a la obtención de la Supercopa Europea ante el Dinamo de Kiev. Para ello contrató a la joven promesa del Sportul Studentesc: George Hagi. Se concretó un préstamo por diez días. Sin embargo tras ganar el trofeo con gol de Hagi el Steaua se lo robó por decisión del coronel Ion Popescu, presidente del club.
Esta muestra de poder no es nada comparado con lo que sucedió en la final de la Copa de Rumania de 1988. El partido ante el Dínamo Bucarest estaba empatado 1-1 cuando a los 43’ del segundo tiempo el árbitro no convalidó un gol del Steaua por evidente posición adelantada. Pero para los dirigentes del equipo no era tan ilegitimo el tanto ya que ordenaron la retirada de los jugadores. El Ministerio del Interior prohibió a los medios la publicación de la crónica de la final y 48 horas más tarde Steaua Bucarest era declarado campeón y la terna arbitral suspendida. De poco podía quejarse el Dínamo ya que a menudo también recibía favores de este tipo. Por ejemplo cuando en 1987 su delantero Rodion Camataru llevaba convertidos 19 goles a falta de ocho fechas del final de la Liga y a partir de allí conquistó ¡25 tantos más, 12 de ellos en los últimos tres partidos!. Todo para quedarse con el Botín de Oro que le fue adjudicado pero que tiempo después le fue destituido ante los evidentes indicios de arreglo.
La declinación del Steaua en Europa fue de la mano con la caída del gobierno de Ceaucescu (foto). El Ejército se puso en contra del dictador tras la brutal represión de una manifestación en favor de los derechos humanos, lo derrocó, lo enjuició y lo ejecutó, junto a su esposa, el 25 de diciembre de 1989.
Los tiempos cambiaron. El Steaua, sin apoyo militar, no conquistó ningún título hasta 1993, se debilitó económicamente y lo mejor por un tiempo fue la decisión de restituirle esa Copa de 1988 al Dínamo y de homenajear al “héroe olvidado” Ducadam con un cotejo amistoso ante Barcelona entre los protagonistas de aquella final que depositó al Steaua Bucarest en un lugar de privilegio al que nunca pudo volver.
Notas relacionadas: Liga de Rumania (Tic Espor) - El Dueño de la Pelota
Fuentes consultadas: Revista Mistica (mayo 2000) - Enciclopeida Encarta - Google
Otro Apuntes de un memorioso: Pelotazo en contra
3 comentarios:
muy buen informe. Cuando River jugó con el Steaua la Intercontinental muchos se preguntaron cómo había llegado ahí, pero lo logró todo con la ayuda de un dictador, por lo cual su historia siempre tendrá una mancha negra.
Les dejo picando una, acaso no hay varios clubes que tienen escondido un dictador o bien un represor como dirigente o miembro ejecutivo y se hacen presente como lindos caballeros dentro de un campo de juego. La verdad fue un hecho lamentable pero en ese entonces fue RIVER PLATE quien puso todo en su lugar.
Un abrazo.
Mauro Trivilino.
"la estadistica"
estadisticasmdt.blogspot.com
No digan tonterias, Ceausescu no tuvo nada que ver en la Copa de Europa ganado por Steaua.
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